Volver con la frente marchita. Así se marchó de Buenos Aires, así regresó a Tucumán un equipo que ha ingresado en una dinámica peligrosa que necesita ser desactivada lo antes posible: San Martín no juega bien ni cosecha resultados satisfactorios.
Tras los promisorios triunfos frente a Estudiantes de Río Cuarto y All Boys, el “santo” ha enhebrado tres frustraciones, con sólo un punto obtenido sobre los últimos nueve. Hoy incluso está fuera de zona de Reducido, aunque con el salvoconducto de haber quedado ya libre.
Quizá la única “buena nueva” que dejó el traspié ante San Telmo es que apenas se trató de un partido de la fecha 6. Todavía le quedan ¡31! partidos por delante. Pero el tiempo no deja de ser una cuestión subjetiva y lo que hoy parece mucha tela por cortar mañana podría ser apenas un centímetro. Lo sabe Delfino, un viejo lobo de ascenso, más que curtido en los vaivenes de la categoría: el crédito -y la paciencia- pueden agotarse tan rápido como se desbarrancó el Silicon Valley Bank en Estados Unidos.
El “silencio parlante” de Delfino al abandonar el estadio el lunes -declaró que “está todo a la vista, no hay nada más para hablar”- es un indicio de que las próximas fechas serán cruciales. Y los jugadores también lo perciben así. “Ya tenemos que tener puesta la cabeza en Almagro y empezar a conseguir resultados, eso es lo importante”, declaró Ismael Quílez, uno de los puntos más bajos del “santo” en la Isla Maciel. “De a poco, si los resultados acompañan, el equipo va a aparecer”, agregó.
El conjunto que había arrancado dejando constancia de que difícilmente ofrecería un juego vistoso, similar al de ciertos pasajes de la “era De Muner”, y que parecía garantizar solidez defensiva y eficacia a la hora de sumar puntos, desde aquel lunes en Mataderos ante Nueva Chicago entró en una suerte de “apagón” colectivo e individual.
“El equipo va para delante… Todos corren, todos meten, todos sabemos en qué club estamos jugando”, sostuvo Nahuel Banegas tras la caída 2-1 ante el “candombero”. Sin embargo, ya le había pasado con Chicago: cuando la mano viene cambiada no parecen mostrar atributos suficientes de rebeldía.
“Nos vamos con mucha bronca. Estamos todos calientes, pero eso es así, es fútbol; hay trabajar para revertirlo”, señaló Emanuel Dening, el mejorcito y autor del gol del transitorio empate. Revertir, en este caso, quizá signifique vender más caras las derrotas, si es que las vuelve a haber.
Otro aspecto que saltó a la vista ante San Telmo fue el costo de las desatenciones en jugadas de contraataque o de pelota parada a favor de los rivales. “Nos está doliendo. Cuando corrijamos eso vamos a ser mucho más duros”, vaticinó Banegas.
Lo cierto es que la libertad con la que Juan Requena se suspendió en el aire para estampar de cabeza el segundo de las huestes de Fabián Lisa son un (mal) ejemplo. “La marca era mía. No es una excusa, le iba a cambiar a Gustavo Abregú y en el trayecto justo patean. Es un error que no me puedo perdonar, que no me puede volver a suceder”, reconoció Quílez, quien además cometió un claro penal no cobrado por Héctor Paletta.
“Últimamente no está saliendo la idea que tenemos. Los principales responsables somos nosotros, que tomamos las decisiones dentro del campo, los que ejecutamos la idea. La idea está clara, la idea está clara”, insistió Quílez como una letanía antes de sentenciar la imperiosidad de un triunfo del “santo”: “Es hora de empezar a sumar, es lo que necesitamos sí o sí”.
En momentos de zozobra del sistema financiero internacional, el “salvataje” a San Martín no puede llegar desde el exterior, sino desde el seno mismo del plantel y del cuerpo técnico.